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Agenda bíblica
marzo 2023
Do Lu Ma Mi Ju Vi
26 27 Lunes de la 1ª Semana de Cuaresma Gabriel de la Dolorosa 28 Martes de la 1ª Semana de Cuaresma Román de Condat 1 Miércoles de la 1ª Semana de Cuaresma Rosendo 2 Jueves de la 1ª Semana de Cuaresma Ángela de la Cruz 3 Viernes de la 1ª Semana de Cuaresma Emeterio y Celedonio 4 Sábado de la 1ª Semana de Cuaresma Casimiro
5 2º Domingo de Cuaresma Adrián 6 Lunes de la 2ª Semana de Cuaresma Olegario 7 Martes de la 2ª Semana de Cuaresma Perpetua y Felicidad 8 Miércoles de la 2ª Semana de Cuaresma Juan de Dios 9 Jueves de la 2ª Semana de Cuaresma Francisca Romana, Domingo Savio 10 Viernes de la 2ª Semana de Cuaresma Macario de Jerusalén 11 Sábado de la 2ª Semana de Cuaresma Vicente de León. Ramiro
12 3º Domingo de Cuaresma Paciano 13 Lunes de la 3ª Semana de Cuaresma Rodrigo, Salomón 14 Martes de la 3ª Semana de Cuaresma Matilde 15 Miércoles de la 3ª Semana de Cuaresma Luisa de Marillac, Raimundo de Fitero 16 Jueves de la 3ª Semana de Cuaresma Eusebia, Juan de Brébeuf 17 Viernes de la 3ª Semana de Cuaresma Patricio 18 Sábado de la 3ª Semana de Cuaresma Cirilo de Jerusalén
19 4º Domingo de Cuaresma 20 San José, esposo de la Virgen María Eufemia 21 Martes de la 4ª Semana de Cuaresma Filemón 22 Miércoles de la 4ª Semana de Cuaresma Bienvenido 23 Jueves de la 4ª Semana de Cuaresma Toribio de Mogrovejo 24 Viernes de la 4ª Semana de Cuaresma José Oriol. Óscar Romero 25 Anunciación del Señor
26 5º Domingo de Cuaresma Máxima, Braulio 27 Lunes de la 5ª semana de Cuaresma Ruperto 28 Martes de la 5ª Semana de Cuaresma Cirilo de Heliópolis 29 Miércoles de la 5ª Semana de Cuaresma Eustasio de Nápoles 30 Jueves de la 5ª Semana de Cuaresma Pedro Regalado 31 Viernes de la 5ª Semana de Cuaresma Benjamín 1 Sábado de la 5ª Semana de Cuaresma Hugo
27/03/2023

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma

Ruperto

Lectura de la profecía de Daniel

En aquellos días, en la ciudad de Babilonia residía un hombre llamado Joaquín, que estaba casado con Susana, hija de Jelquías, una mujer de gran belleza y temerosa de Dios. 
Sus padres, personas de recta conducta, la habían educado de acuerdo con la ley de Moisés. Joaquín era un hombre muy rico y tenía un jardín junto a su casa. Muchos judíos iban a visitarlo, porque todos le tenían en la mayor estimación. 
Ese mismo año, dos ancianos del pueblo habían sido elegidos jueces, pero de hombres como ellos había dicho el Señor: 
«La injusticia viene de Babilonia, de ancianos que son jueces y pretenden gobernar a mi pueblo». 
Iban con frecuencia a casa de Joaquín, y a ellos acudían todos los que tenían alguna causa pendiente. 
Cuando, cerca ya del mediodía, toda la gente se había despedido, Susana salía de la casa para pasear por el jardín de su marido. Pero aquellos dos viejos, al verla cada día entrar en el jardín y pasear por él, se llenaron de malos deseos. 
Sus pensamientos se trastornaron, y evitaban levantar los ojos al cielo y recordar los justos juicios de Dios.
Un día, mientras aguardaban la ocasión, entró ella en el jardín, como solía hacer. Iba únicamente acompañada de dos criadas, y su intención era bañarse, porque hacía mucho calor. En el jardín no había ninguna otra persona fuera de los dos viejos, que se habían escondido para espiarla. 
Dijo Susana a sus criadas: 
—Tráiganme aceite y perfumes, y cierren las puertas del jardín, porque quiero bañarme. 
En cuanto salieron las criadas, corrieron ellos adonde se encontraba Susana y le dijeron: 
—Mira, las puertas del jardín están cerradas y nadie puede vernos. Nosotros estamos llenos de pasión por ti: acéptanos y consiente en acostarte con nosotros; porque si no consientes, testificaremos contra ti: diremos que un joven estaba contigo y que por eso mandaste salir a las criadas. 
Susana empezó a gemir, y dijo: 
—¡La angustia se ha apoderado de mí! Si consiento en hacer lo que quieren, me espera la muerte, y si me niego, tampoco podré escapar de sus manos. Pero antes prefiero caer en sus manos sin haber hecho nada malo, que pecar delante del Señor. 
Entonces Susana comenzó a gritar con todas sus fuerzas, y también gritaron los dos viejos en contra de ella. Uno de ellos echó a correr y abrió las puertas del jardín. 
Los criados de la casa, al oír los gritos que salían del jardín, entraron allí apresuradamente por la puerta lateral, para ver qué estaba sucediendo. Cuando los viejos contaron su versión de los hechos, los criados se llenaron de vergüenza, pues jamás se había dicho cosa semejante de Susana. 
Al día siguiente se reunió el pueblo en casa de Joaquín, el marido de Susana, y también comparecieron los dos viejos con el malvado propósito de hacer que la condenaran a muerte. Delante del pueblo dijeron: 
—Ordenen que traigan aquí a Susana, hija de Jelquías y esposa de Joaquín.
Fueron a buscarla, y ella se presentó acompañada de sus padres, sus hijos y todos sus familiares. 
Los parientes y todos los que estaban viendo a Susana, rompieron a llorar. 
Pero los dos viejos, levantándose en medio de la gente, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana que, llorando, alzó los ojos al cielo porque en su corazón confiaba plenamente en el Señor. 
Los viejos dijeron entonces: 
—Mientras nosotros paseábamos a solas por el jardín, entró esta mujer junto con dos criadas, a las que ordenó que cerraran las puertas del jardín y se marcharan de allí. 
Entonces se le acercó un joven que había estado escondido, y se acostó con ella. 
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver tal maldad, corrimos hacia ellos y los vimos abrazados. 
Pero no pudimos atrapar al joven porque, siendo más fuerte que nosotros, logró abrir las puertas y se nos escapó. 
En cambio a esta sí pudimos detenerla. Le preguntamos quién era ese joven, pero no nos lo quiso decir. 
Este es nuestro testimonio. 
La gente reunida creyó lo dicho por los ancianos del pueblo, que además eran jueces, y Susana fue condenada a muerte. 
Ella gritó entonces con todas sus fuerzas: 
—¡Dios eterno! Tú conoces lo que está oculto y sabes todas las cosas antes que sucedan. Tú sabes que estos han testificado falsamente contra mí y ahora voy a morir sin haber hecho nada de lo que ellos, en su maldad, me han acusado.
El Señor escuchó las palabras de Susana, y cuando se la llevaban para darle muerte, despertó Dios el santo espíritu de un hombre muy joven llamado Daniel, el cual gritó con fuerte voz: 
—¡Yo no me hago cómplice de la muerte de esa mujer! 
Todos los presentes, volviéndose a él, le preguntaron: 
—¿Qué quieres decir con eso? 
Él, puesto en medio de la gente, dijo: 
—¡Israelitas, están mal de la cabeza! ¿Cómo se atreven a condenar a una israelita, sin antes haberla juzgado y sin siquiera haber examinado debidamente su causa? 
Regresen al lugar del juicio, y comprobarán que estos hombres han levantado una calumnia contra ella. 
Todo el pueblo regresó de prisa. Los ancianos dijeron entonces al joven: 
—Ven, siéntate con nosotros y dinos lo que estás pensando, porque Dios te ha dotado de una sabiduría superior a tu edad. 
Daniel les contestó: 
—Separen a esos dos y alejen al uno del otro. Yo los interrogaré. 
Así se hizo y, una vez separados, llamó Daniel a uno de ellos y le dijo:
—Viejo en días y en maldad, ahora van a caerte encima los pecados que cometiste en otro tiempo cuando, dictando sentencias injustas, condenabas al inocente y absolvías al culpable, siendo así que el Señor ha dicho: «No condenes a muerte a quien es inocente y justo». Dime ahora, si de veras los viste, ¿debajo de qué árbol los viste abrazados? 
Él contestó: 
—Debajo de un lentisco. 
Daniel replicó: 
—¡Está bien! Pero ahora tu mentira se volverá contra ti, pues el ángel de Dios ha recibido de él la orden de partirte en dos. 
Después de esto, hizo que se fuera, y mandó que trajeran al otro viejo. A este le dijo: 
—¡Estirpe de Canaán y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión ha pervertido tu corazón. Así se portaban ustedes con las mujeres de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a ustedes. Pero una hija de Judá se ha negado a consentir en la maldad de ustedes. 
Dime ahora, ¿debajo de qué árbol los sorprendiste abrazados? 
Él respondió: 
—Debajo de una encina. 
Daniel le contestó: 
—¡Está bien! Pero también tu mentira se volverá contra ti, pues el ángel de Dios está esperando con la espada dispuesta para partirte por la mitad. De ese modo los destruirá a ambos. 
Entonces el pueblo reunido prorrumpió en gritos de júbilo, bendiciendo a Dios que salva a quienes confían en él. Después se levantaron todos contra los dos viejos y los hicieron sufrir el mismo castigo que ellos pretendieron infligir a Susana, porque Daniel, por confesión de ellos mismos, los había declarado culpables de levantar falso testimonio. 
Los mataron conforme a la ley de Moisés, y de ese modo se salvó aquel día la vida de una mujer inocente.

R/. Aunque camine por cañadas oscuras,
          nada temo, porque tú vas conmigo.

      El Señor es mi pastor, nada me falta. 
          En verdes praderas me hace descansar, 
          junto a aguas tranquilas me lleva. 
          El Señor me reconforta. R/. 

      Me conduce por caminos rectos 
          haciendo honor a su nombre. 
          Aunque camine por valles sombríos 
          no temeré mal alguno, 
          porque tú estás conmigo, 
          tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

      Ante mí preparas una mesa 
          delante de mis enemigos, 
          unges mi cabeza con aceite 
          y mi copa rebosa.  R/.

      El bien y la bondad estarán conmigo 
          todos los días de mi vida, 
          y habitaré en la casa del Señor 
          durante días sin fin. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan

En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana temprano volvió al Templo, y toda la gente se reunió en torno a él. Se sentó y comenzó a enseñarles. 
En esto, los maestros de la ley y los fariseos se presentaron con una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio y plantearon a Jesús esta cuestión: 
—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. En la ley nos manda Moisés que demos muerte a pedradas a tales mujeres. Tú, ¿qué dices? 
Le plantearon la cuestión para ponerlo a prueba y encontrar así un motivo de acusación contra él. 
Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo. 
Como ellos insistían en preguntar, Jesús se incorporó y les dijo: 
—El que de ustedes esté sin pecado que tire la primera piedra. 
Dicho esto, se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Oír las palabras de Jesús y escabullirse uno tras otro, comenzando por los más viejos, todo fue uno. 
Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio. Se incorporó y le preguntó: 
—Mujer, ¿dónde están todos esos? ¿Ninguno te condenó? 
Ella le contestó: 
—Ninguno, Señor. 
Jesús le dijo: 
—Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar. 

Ciclo
A
Año
Impar
Color
Morado
Semana Salterio
I
Cita del día

Cuando irrumpe un rayo de luz en una habitación, inmediatamente se ilumina el interior, incluso las esquinas más ocultas u olvidadas: así pasa cuando irrumpe la Palabra en la historia. Lo mismo sucede con Jesús, luz que vino a iluminar las tinieblas del mundo. Es inútil resistir: quien no acoge la luz, automáticamente ya está juzgado. Y es ahora, precisamente, cuando se descubre lo que antes podía ocultarse astutamente o hacer que pareciera justicia impecable. La Palabra de Dios escudriña lo más hondo del corazón, saca a la luz las intenciones más secretas, desenmascara las tramas de la mentira. Aparece a las claras quién es el que se fía de Dios y sólo teme no corresponder a la grandeza de su amor misericordioso, y quién, por el contrario, con una mente y un corazón mezquinos busca en otra parte gratificaciones furtivas, como si la felicidad fuera incompatible con la verdad evangélica.
Es la misma vida, en su día a día, quien lleva a cabo el discernimiento. Dichoso quien se deja traspasar por la Palabra de Dios como por un rayo de luz que separa en el propio corazón el oro de la escoria. A la luz de la verdad podrá gustar la libertad del abandono filial en las manos paternas de Dios, y nada ni nadie le podrá atemorizar o engañar.

 

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Lectio Divina para cada día del año: Tiempo de Cuaresma y Triduo Pascual

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Blanco Color que hace referencia a la resurrección de Jesús, siendo el color más solemne en la liturgia. Simboliza la alegría y la paz. Se usa durante el tiempo de Pascua y el tiempo de Navidad. Se emplea también en las fiestas y solemnidades del Señor no relativas a la Pasión, incluida la misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en las fiestas de la Virgen María y de los santos que no murieron mártires.
Morado Este color simboliza preparación espiritual. Simboliza humildad, penitencia, deseo y dolor. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Además, en las celebraciones penitenciales y de difuntos.
Verde Este color simboliza esperanza, paz, serenidad y ecología. Es usado durante el Tiempo Ordinario, en los feriados y los domingos que no exigen otro color (solemnidades, fiestas de santos).
Rojo Asociado a la sangre y al fuego, es color del corazón: denota pasión, vida, pentecostés y martirio. Es usado principalmente en el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés y en las fiestas de mártires. Además, en la administración del sacramento de la Confirmación.

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