Rafael Aguirre, Rafa para todos los que le conocen y le tratan, nació en Bilbao, en 1941. En las aficiones del niño y del adolescente que estudiaba en los jesuitas apuntaba ya algo de su perfil de adulto: era un lector voraz, un experto jugador de ajedrez que participaba con éxito en torneos; era también muy aficionado a hacer representaciones de teatro con sus amigos, y asistía a San Mamés para ver los partidos del Athletic, una afición que disminuyó con los años.
Hay varios rasgos que dibujan el perfil teológico, y a la vez personal, de Rafa.
El primero que habría que destacar es su estancia de siete años en Roma, donde realizó los estudios de Teología y Biblia, los primeros en la Universidad Gregoriana, y los segundos en el Pontificio Instituto Bíblico. El ambiente que le tocó vivir allí fue decisivo. Como él mismo suele decir, llegó a Roma, para iniciar sus estudios de Teología, justo cuando comenzaba el Concilio Vaticano II, en octubre de 1962. La ciudad, en aquel momento, era un hervidero de ideas teológicas, culturales y políticas; los foros, las conferencias y los encuentros se sucedían por doquier, y personajes de la vida política, cultural y religiosa confluían y se daban cita en la ciudad. Rafael tuvo la suerte de escuchar a los teólogos más avanzados del momento que, con ocasión del Concilio, se encontraban en la ciudad y que por las tardes, después de las aulas conciliares matutinas, ofrecían conferencias y debates abiertos al público: Rahner, Küng, Congar o Schilebeeckx fueron algunos de los que pasaron por el Colegio Brasileiro. Roma y el momento histórico concreto que vivió en esta ciudad ejercieron, sin duda, una influencia decisiva en la configuración vital e intelectual de Rafa. Posiblemente, allí comenzó, en serio, lo que él denomina “estar en la frontera”, una actitud que ha configurado su vida intelectual desde entonces. Él mismo suele decir que su opción por los estudios bíblicos tuvo que ver con el hecho de que éstos se manifestaban como frontera de encuentro y confrontación creativa entre “la fe religiosa y los estudios de teología con la razón de la modernidad”, porque la exégesis ha de asumir los métodos y conocimientos de las ciencias humanas y ha de someterse a un rigor metodológico y crítico. Desde entonces ve la Biblia y los estudios bíblicos como una frontera donde se da el diálogo con el mundo externo y la cultura. Diálogo que él ha cultivado con acierto y pasión.
La implicación y aplicación política del mensaje bíblico, entendiendo “político” en su significado más genuino, ha sido también parte de sus preocupaciones y ocupaciones. Un ejemplo de esto último se hace palpable en sus cientos de artículos en la prensa diaria y en el libro El túnel vasco, Democracia, Iglesia y nacionalismo, que recoge algunos de ellos.
Esta orientación histórica y contextual en los estudios bíblicos se confirmó y profundizó durante su estancia en Jerusalén, que constituye un segundo rasgo muy importante de su perfil. Eran los inicios de la década de los setenta, y en L’École Biblique et Arqueologique enseñaban R. de Vaux, P. Benoit y J. M. Boismard, con quien hizo su trabajo final, entre otros. Si en el Bíblico había conocido y aprendido el acercamiento sincrónico a los textos, en L’École se encontró con otra tradición, esa que se centra en el estudio diacrónico del texto, en su evolución y en su relación con la historia. Por otra parte, a poco que se abran los ojos, la estancia en Palestina y la lectura de los textos en la tierra conducen a darse cuenta de la importancia del contexto social y cultural en el que éstos nacieron, y Rafa comenzó a interesarse por los estudios bíblicos que tenían en cuenta estas dimensiones a la hora de su interpretación. Con mucho de autodidacta, profundizó así en la orientación histórica que ya traía de Roma. Mientras estuvo en Jerusalén vivió en el Instituto Bíblico y Arqueológico Español, la “Casa de Santiago”. De aquella y de posteriores estancias guarda excelentes y queridos recuerdos que suele relatar con cariño y pasión. Las tertulias después de comer o cenar eran los momentos privilegiados para la transmisión de la tradición oral, tan del estilo de aquella tierra. Joaquín González Echegaray, Julio Trebolle, José Manuel Sánchez Caro, Miguel Pérez, “los Florentinos” García y Díez y Santiago Guijarro son algunos de los residentes con los que coincidió y convivió.
Un tercer rasgo de su perfil lo constituye su condición de pionero en España en la aplicación de las ciencias humanas y sociales a la exégesis. Autores como Theissen, Malina, Gager y Meeks fueron descubrimientos e incentivos apasionantes que le llevaron a afianzarse en una línea de trabajo que no ha abandonado nunca.
En 1988, Rafa fue elegido presidente de la Asociación Bíblica Española. Es muy posible que sea el único cargo que ha recibido con alegría y satisfacción. Durante dos trienios hizo una labor magnífica al frente de la Asociación y consiguió, junto con su equipo, darle una entidad y una estabilidad institucional de las que carecía. Durante los periodos de su presidencia, se empeñó en que la Asociación lo fuera de todos los biblistas españoles y de que las diferentes tendencias la sintieran como un bien común, y la vida asociativa creció en riqueza y pluralidad, y se consiguió una convivencia productiva y fluida. Otra de las notas características de su labor al frente de la ABE fue el establecimiento de relaciones con otras asociaciones similares del entorno.
Rafa suele contar que cuando él entró en la Asociación Bíblica Española, los estudios estrella eran los del AT, pues las figuras españolas eran de la talla de Alejandro Díaz Macho y Alonso Schökel. Pero, quizá por eso, quienes estudiaban el Nuevo Testamento no tenían las cosas fáciles. Rafa comenzó un seminario de Orígenes del cristianismo que ha ido sumando nuevas incorporaciones y concitando un creciente interés. Una característica de Rafa que se manifiesta de forma acusada en el seno de la ABE es su empuje y el ánimo que sabe insuflar en los biblistas más jóvenes. Anima, implica, pide colaboraciones, empuja, insiste...
Su vida docente ha discurrido en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto, donde ahora es profesor emérito. Su actividad docente se ha caracterizado por su gran apasionamiento por el conocimiento, que transmitía en su tono, en sus gestos, y porque hacía vivir los temas que enseñaba. Sus clases eran interesantes y siempre abrían horizontes y dejaban interrogantes; nunca ha sido dogmático y siempre ha enseñado a sus alumnos a pensar y a ser críticos, también con lo que él mismo decía. Ese tono vital lo ha transmitido y continúa transmitiéndolo en innumerables conferencias, charlas y cursos, de muy diferentes niveles académicos, que da en diferentes foros y países.
De su etapa de decano habría que destacar su esfuerzo por hacer presente y relevante la facultad y la teología en la universidad y en la sociedad, así como su lucha para que tuviera un horizonte de futuro. Fiel a ese espíritu de frontera, Rafa ha vivido consciente y activamente la vida política desde los años sesenta, con el tardofranquismo. Pero la peculiar situación del País Vasco le ha mantenido de forma especial en esa implicación desde mediados de los ochenta. La violencia de ETA y el tema de las víctimas se han llevado una parte importante de su esfuerzo de reflexión en estos años. Ha escrito multitud de artículos en la prensa diaria y ha participado en foros diversos tratando de hacer relevante socialmente el mensaje de la fe y el Evangelio en un lenguaje apropiado y crítico, consciente de la necesidad de las mediaciones históricas necesarias para lograrlo.
Quisiéramos acabar esta semblanza de Rafael Aguirre con un último rasgo: su querencia y su empeño por unir la mística y la reflexión crítica. Usamos para ello sus mismas palabras: “Todo mi esfuerzo es recuperar la adoración tras la pregunta más radical y descarnada, y descubrir nuevas preguntas tras esa adoración; y conseguir que los que adoran pregunten y que los que preguntan descubran que la adoración es, en el fondo, la más auténtica de las preguntas. Nunca hablo pensando sólo en un lado de la frontera”.
De la introducción al libro "Reimaginando los orígenes del cristianismo", aparición 5 de febrero de 2008 en esta casa editorial.
Carmen Bernabé
Carlos Gil