Lectura de la carta a los Hebreos
Hermanos:
Estamos, pues, rodeados de una ingente muchedumbre de testigos. Así que desembaracémonos de todo impedimento, liberémonos del pecado que nos cerca y participemos con perseverancia en la carrera que se nos brinda. Hagámoslo con los ojos puestos en Jesús, origen y plenitud de nuestra fe. Jesús, que, renunciando a una vida placentera, afrontó sin acobardarse la ignominia de la cruz y ahora está sentado junto al trono de Dios.
Tengan, por tanto, en cuenta a quien soportó una oposición tan fuerte de parte de los pecadores. Si lo hacen así, el desaliento no se apoderará de ustedes.
En realidad, aún no han llegado ustedes a derramar sangre en su lucha contra el pecado.
R/. Te alabarán, Señor, los que te buscan.
Delante de sus fieles cumpliré mis votos.
Los necesitados comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan.
¡Que todos ustedes vivan por siempre! R/.
Recordarán al Señor y volverán hacia él
desde todos los confines de la tierra;
se postrarán ante ti todas las naciones.
Ante el Señor se postrarán
los que descansan en la tierra,
se arrodillarán los que bajan al polvo. R/.
La posteridad ha de servirlo,
por siempre será proclamado el Señor.
Se anunciarán sus acciones salvíficas
al pueblo que va a nacer:
esto es lo que hizo el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, al regresar Jesús de nuevo en barca a la otra orilla, se reunió en torno a él mucha gente junto al lago. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que, al ver a Jesús, se postró a sus pies, suplicándole insistentemente:
—Mi hija se está muriendo; pero si tú vienes y pones tus manos sobre ella, se salvará y vivirá.
Jesús fue con él. Iba también una gran multitud, que seguía a Jesús y casi lo aplastaba.
Entre la gente se encontraba una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos y había gastado en ellos toda su fortuna, sin conseguir nada, sino ir de mal en peor. Aquella mujer había oído hablar de Jesús y, confundiéndose entre la gente, llegó hasta él y por detrás le tocó el manto, diciéndose a sí misma: «Solo con que toque su manto, me curaré».
Y, efectivamente, le desapareció de inmediato la causa de sus hemorragias y sintió que había quedado curada de su enfermedad. Jesús se dio cuenta enseguida de que un poder curativo había salido de él; se volvió, pues, hacia la gente y preguntó:
—¿Quién ha tocado mi manto?
Sus discípulos le dijeron:
—Ves que la gente casi te aplasta por todas partes ¿y aún preguntas quién te ha tocado?
Pero él seguía mirando alrededor para descubrir quién lo había hecho. La mujer, entonces, temblando de miedo porque sabía lo que le había pasado, fue a arrodillarse a los pies de Jesús y le contó toda la verdad. Jesús le dijo:
—Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, libre ya de tu enfermedad.
Aún estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle a este:
—Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
Pero Jesús, sin hacer caso de aquellas palabras, dijo al jefe de la sinagoga:
—No tengas miedo. ¡Solo ten fe!
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y su hermano Juan, se dirigió a casa del jefe de la sinagoga. Al llegar vio el alboroto y a la gente que lloraba dando muchos alaridos. Entró y les dijo:
—¿A qué vienen este alboroto y estos llantos? La niña no está muerta; está dormida.
Pero se burlaban de él. Jesús echó a todos de allí y, haciéndose acompañar solamente de los padres de la niña y de los que habían ido con él, entró donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
—Talitha, qum, que significa: «Muchacha, a ti me dirijo: levántate».
La muchacha, que tenía doce años, se levantó al punto y echó a andar. Y la gente se quedó atónita.
Jesús ordenó severamente que no hicieran saber esto a nadie, y mandó dar de comer a la niña.
Nuestra fe es siempre frágil y está encerrada constantemente dentro de los estrechos confines de nuestro temor a enfrentarnos con situaciones que nos superan. El Señor lo sabe, y precisamente por eso viene a «educarnos», es decir, a sacarnos fuera.
La confianza que hemos puesto en él es un comienzo, y él mismo es su «autor». Ahora bien, nos separa aún de la meta un largo trecho de camino que la Palabra nos invita a recorrer a la carrera: no podemos quedarnos en el punto de partida. Los acontecimientos personales y sociales nos interpelan, y alguien –tal vez mucha gente– nos mira para orientarse. Partamos, pues, con impulso, confiándonos a Jesús, perfeccionador de la fe; también de la nuestra, si lo queremos... Mantengamos fija la mirada del corazón en la espléndida carrera a través de la ignominia de la cruz, del sufrimiento, del humano fracaso.
Así aparece su camino a los ojos del mundo, aunque desemboca en la gloria y en la alegría sin fin, puesto que es el camino del Amor. Ésta es «la carrera que se abre ante nosotros» y que las situaciones concretas de cada día predisponen para nosotros. Sería absurdo pensar que podemos partir cargados con lo superfluo o atados, con lazos más o menos sutiles, al pecado. Jesús mismo, como un experto entrenador, nos despojará de todo eso, hasta de una fe casi supersticiosa, como la de la hemorroísa, o todavía excesivamente limitada, como la de Jairo. Estas dos personas probadas por la vida han sido hechas por Jesús «campeonas» en la fe y, una vez llegadas a la meta de su carrera, nos atestiguan a nosotros, hoy, que Jesús es el Salvador del hombre, el Señor de la vida. En consecuencia, vale la pena correr por su camino con una fe indefectible.
Blanco | Color que hace referencia a la resurrección de Jesús, siendo el color más solemne en la liturgia. Simboliza la alegría y la paz. Se usa durante el tiempo de Pascua y el tiempo de Navidad. Se emplea también en las fiestas y solemnidades del Señor no relativas a la Pasión, incluida la misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en las fiestas de la Virgen María y de los santos que no murieron mártires. |
Morado | Este color simboliza preparación espiritual. Simboliza humildad, penitencia, deseo y dolor. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Además, en las celebraciones penitenciales y de difuntos. |
Verde | Este color simboliza esperanza, paz, serenidad y ecología. Es usado durante el Tiempo Ordinario, en los feriados y los domingos que no exigen otro color (solemnidades, fiestas de santos). |
Rojo | Asociado a la sangre y al fuego, es color del corazón: denota pasión, vida, pentecostés y martirio. Es usado principalmente en el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés y en las fiestas de mártires. Además, en la administración del sacramento de la Confirmación. |