Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
Queridos hermanos:
Quien cree que Jesús es el Hijo de Dios, triunfará sobre el mundo.
Jesucristo ha venido con agua y sangre; no solo con el agua, sino con el agua y la sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio de esto.
Porque los testigos son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están de acuerdo.
Nosotros aceptamos testimonios humanos; pues bien, el testimonio de Dios es mucho más digno de crédito y consiste en haber declarado a favor de su Hijo.
Por eso, si creemos en el Hijo de Dios, es que hemos aceptado el testimonio de Dios.
Pero quien no se fía de Dios ni presta crédito al testimonio que él ha dado en favor de su Hijo, está acusando a Dios de mentiroso.
Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo.
Quien vive unido al Hijo, tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios, no tiene la vida.
A ustedes, los que creen en el Hijo de Dios, les he escrito todo esto para hacerles saber que poseen la vida eterna.
R/. Jerusalén, ensalza al Señor.
Jerusalén, ensalza al Señor;
Sion, alaba a tu Dios:
él afianza los cerrojos de tus puertas,
y bendice a tus hijos en medio de ti. R/.
Él pacifica tus fronteras,
te sacia con el mejor trigo;
envía su mensaje a la tierra,
rápido se extiende su palabra. R/.
El Señor anunció su palabra a Jacob,
sus normas y decretos a Israel.
Con ninguna nación hizo esto,
no les dio a conocer sus decretos. R/.
Lectura del evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, en uno de los pueblos por donde pasaba Jesús, había un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró rostro en tierra y le dijo:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús extendió su mano y lo tocó, diciendo:
—Quiero, queda limpio.
Y al instante le desapareció la lepra. Jesús le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió:
—Ve, muéstrate al sacerdote y presenta por tu curación la ofrenda prescrita por Moisés. Así todos tendrán evidencia de tu curación.
La fama de Jesús se extendía cada vez más, y eran muchos los que acudían a escucharlo y a que los curase de sus enfermedades.
Pero Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar.
La oración es uno de los componentes más vivos del mensaje evangélico. Jesús la ha practicado en su relación con el Padre y nos ha ofrecido un ejemplo extraordinario. Muchos piensan que orar es agarrar a Dios para ponerlo a su alcance o tratar de obtener beneficios y ventajas en provecho propio, y así satisfacer sus deseos y sus esperanzas. La verdad es muy diferente. La oración es entrar en la perspectiva de Dios partiendo de su amor. Es contemplar el rostro de un Padre que mira a sus hijos con ternura. Es encontrar una persona viva y dejarse tocar por su amor. Orar es para todos una tarea de las más difíciles, es un trabajo exigente, no porque sea superior a nuestras fuerzas, sino porque es una experiencia que no se agota jamás y un camino en el que se permanece siempre discípulo. La oración es acogida, terreno de adviento del amor de Dios; orar no es tanto amar a Dios, cuanto dejarse amar por Él. Orar es esperar y escuchar, recibir y acoger. Es permanecer en silencio ante el misterio para dejarse amar por Dios, como María que experimenta en su vientre la presencia de Dios. Pero la oración es también movimiento de respuesta a este don, un volver todo el corazón a Dios. La oración es alabanza, acción de gracias, ofrenda, intercesión, fiesta y liturgia de la vida. El núcleo de la oración cristiana es penetrar en el misterio de la filiación divina: estar con Dios en el Espíritu por el Hijo, como el Hijo está en el misterio del Padre. San Pablo nos lo recuerda bien. «Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba! ¡Padre!» (Gal 4,6; cf. Rom 8,15-17; Ef 3,17ss).
Blanco | Color que hace referencia a la resurrección de Jesús, siendo el color más solemne en la liturgia. Simboliza la alegría y la paz. Se usa durante el tiempo de Pascua y el tiempo de Navidad. Se emplea también en las fiestas y solemnidades del Señor no relativas a la Pasión, incluida la misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en las fiestas de la Virgen María y de los santos que no murieron mártires. |
Morado | Este color simboliza preparación espiritual. Simboliza humildad, penitencia, deseo y dolor. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Además, en las celebraciones penitenciales y de difuntos. |
Verde | Este color simboliza esperanza, paz, serenidad y ecología. Es usado durante el Tiempo Ordinario, en los feriados y los domingos que no exigen otro color (solemnidades, fiestas de santos). |
Rojo | Asociado a la sangre y al fuego, es color del corazón: denota pasión, vida, pentecostés y martirio. Es usado principalmente en el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés y en las fiestas de mártires. Además, en la administración del sacramento de la Confirmación. |