Lectura de la profecía de Miqueas
Señor,
Pastorea a tu pueblo con tu cayado,
al rebaño que constituye tu heredad
y pasta solitario entre matorrales;
que paste, como antaño, en Basán y Galaad.
Como cuando salió de Egipto,
haré que experimente maravillas.
¿Qué Dios perdona el pecado
y pasa por alto, como haces tú,
las culpas al resto de su heredad?
No mantendrá por siempre su ira,
pues se complace en el amor.
Volverá a manifestarnos su ternura,
olvidará y arrojará al mar nuestras culpas.
Otorgarás a Jacob tu fidelidad
y dispensarás a Abrahán tu amistad,
como lo prometiste en otro tiempo
a quienes fueron nuestros antepasados.
R/. El Señor es clemente y compasivo.
Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
no te olvides de sus favores. R/.
Él perdona todos tus pecados,
él sana todos tus males;
él libra tu vida de la fosa,
te corona de amor y de ternura. R/.
No estará para siempre litigando,
no estará eternamente resentido.
No nos trata según nuestros pecados,
no nos paga según nuestras culpas. R/.
Pues como el cielo dista de la tierra
abunda su amor para con sus fieles;
como está lejos el este del oeste,
él aleja nuestras faltas de nosotros. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, todos los recaudadores de impuestos y gente de mala reputación solían reunirse para escuchar a Jesús. Al verlo, los fariseos y los maestros de la ley murmuraban:
—Este anda con gente de mala reputación y hasta come con ella.
Jesús entonces les contó esta parábola:
—Había una vez un padre que tenía dos hijos. El menor de ellos le dijo:
«Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde».
El padre repartió entonces sus bienes entre los dos hijos.
Pocos días después, el hijo menor reunió cuanto tenía y se marchó a un país lejano, donde lo despilfarró todo de mala manera.
Cuando ya lo había malgastado todo, sobrevino un terrible período de hambre en aquella región, y él empezó también a padecer necesidad.
Entonces fue a pedir trabajo a uno de los habitantes de aquel país, el cual lo envió a sus tierras, a cuidar cerdos. Él habría querido llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Entonces recapacitó y se dijo:
«¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo estoy aquí muriéndome de hambre! Volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco que me llames hijo; trátame como a uno de tus jornaleros».
Inmediatamente se puso en camino para volver a casa de su padre. Aún estaba lejos, cuando su padre lo vio y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo estrechó entre sus brazos y lo besó.
El hijo empezó a decir:
«Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco que me llames hijo».
Pero el padre ordenó a sus criados:
«¡Rápido! Traigan las mejores ropas y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y calzado en los pies. Luego saquen el ternero cebado, mátenlo y hagamos fiesta celebrando un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado».
Y comenzaron a hacer fiesta.
En esto, el hijo mayor, que estaba en el campo, regresó a casa.
Al acercarse, oyó la música y los cánticos. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué significaba todo aquello.
El criado le contestó:
«Es que tu padre ha hecho matar el becerro cebado, porque tu hermano ha vuelto sano y salvo».
El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara.
Pero el hijo le contestó:
«Desde hace muchos años vengo trabajando para ti, sin desobedecerte en nada, y tú jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. Y ahora resulta que llega este hijo tuyo, que se ha gastado tus bienes con prostitutas, y mandas matar en su honor el becerro cebado».
El padre le dijo:
«Hijo, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero ahora tenemos que hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado».
Las sendas de la infidelidad son siempre angostas y sin salida: la lejanía de la casa paterna crea, al final, una angustiosa pena que acucia más que el hambre. Por esta razón, todo descarrío puede convertirse en una felix culpa, un error afortunado, en el que el hombre deja escuchar y se conmueve por el eco de la voz paterna que, incansablemente, ha continuado pronunciando con amor nuestro nombre. Si el hijo alejado despierta al sentido de su dignidad y al amor filial, el que se queda en casa corre el riesgo de no aceptarse, de quedarse sin amor.
Todos nos podemos ver reflejados en uno u otro hijo. El padre es el que siempre sale al encuentro de uno y del otro. Él nos espera siempre, bien sea que vengamos de la dispersión, como el hijo pródigo, o que acudamos de un lugar aún más remoto: de la región de una falsa justicia, de una falsa fidelidad.
A nosotros se nos pide solamente dejarnos estrechar en su abrazo, fijándonos en esa mano que nos bendice, deseosa de nuestra felicidad y de la de nuestros hermanos.
Blanco | Color que hace referencia a la resurrección de Jesús, siendo el color más solemne en la liturgia. Simboliza la alegría y la paz. Se usa durante el tiempo de Pascua y el tiempo de Navidad. Se emplea también en las fiestas y solemnidades del Señor no relativas a la Pasión, incluida la misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en las fiestas de la Virgen María y de los santos que no murieron mártires. |
Morado | Este color simboliza preparación espiritual. Simboliza humildad, penitencia, deseo y dolor. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Además, en las celebraciones penitenciales y de difuntos. |
Verde | Este color simboliza esperanza, paz, serenidad y ecología. Es usado durante el Tiempo Ordinario, en los feriados y los domingos que no exigen otro color (solemnidades, fiestas de santos). |
Rojo | Asociado a la sangre y al fuego, es color del corazón: denota pasión, vida, pentecostés y martirio. Es usado principalmente en el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés y en las fiestas de mártires. Además, en la administración del sacramento de la Confirmación. |