Lectura del segundo libro de los Reyes
Jeconías tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante tres meses.
Su madre se llamaba Nejustá y era hija de Elnatán, natural de Jerusalén.
Jeconías ofendió al Señor tanto como su padre.
Durante su reinado, las tropas de Nabucodonosor, el rey de Babilonia, marcharon hacia Jerusalén y la cercaron.
El rey Nabucodonosor llegó a la ciudad mientras sus tropas la asediaban.
Jeconías se rindió al rey de Babilonia junto con su madre, sus servidores, sus jefes y sus oficiales.
El rey de Babilonia lo hizo prisionero el año octavo de su reinado.
Nabucodonosor se llevó también todos los tesoros del Templo y los del palacio real y destruyó todos los objetos de oro que Salomón, el rey de Israel, había hecho para el Templo, tal como el Señor había anunciado.
Luego deportó a toda Jerusalén: a todos los mandatarios y poderosos, unos diez mil en total, y a todos los artesanos y herreros. Solo quedó la gente más humilde del país.
Nabucodonosor deportó a Jeconías, a la reina madre, a las esposas del rey, a sus oficiales y a los nobles del país, a todos los llevó deportados de Jerusalén a Babilonia.
El rey también se llevó deportados a Babilonia a los poderosos, unos siete mil, a los artesanos y herreros, unos mil, todos ellos en edad militar.
Luego el rey de Babilonia designó como rey sucesor a Matanías, tío de Jeconías, y le cambió el nombre por el de Sedecías.
R/. Líbranos, Señor, haciendo honor a tu nombre.
Oh Dios, los paganos han invadido tu heredad,
han profanado tu santo Templo,
han reducido Jerusalén a escombros;
han arrojado el cadáver de tus siervos
como alimento a los pájaros del cielo,
el cuerpo de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Han derramado su sangre como agua
por toda Jerusalén y nadie los sepulta.
Somos la burla de nuestros vecinos,
la mofa, la risa de los que están cerca.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Estarás siempre airado?
¿Estallará como el fuego tu celo? R/.
No esgrimas contra nosotros los pecados de antaño;
que nos llegue pronto tu misericordia
porque estamos exhaustos. R/.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por la gloria de tu nombre;
líbranos, perdona nuestros pecados
haciendo honor a tu nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—No todos los que dicen: «Señor, Señor» entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en el día del juicio:
«Señor, Señor, mira que en tu nombre hemos anunciado el mensaje de Dios, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchos milagros».
Pero yo les contestaré:
«Ustedes me son totalmente desconocidos. ¡Apártense de mí, pues se han pasado la vida haciendo el mal!».
Todo aquel que escucha mis palabras y obra en consecuencia, puede compararse a una persona sensata que construyó su casa sobre un cimiento de roca viva. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa; pero no cayó, porque estaba construida sobre un cimiento de roca viva.
En cambio, todo aquel que escucha mis palabras, pero no obra en consecuencia, puede compararse a una persona necia que construyó su casa sobre un terreno arenoso. Vinieron las lluvias, se desbordaron los ríos y los vientos soplaron violentamente contra la casa que se hundió terminando en ruina total.
Cuando Jesús terminó este discurso, la gente estaba profundamente impresionada por sus enseñanzas, porque les enseñaba con verdadera autoridad y no como los maestros de la ley.
«Si alguien vive la Palabra de Dios, se convierte en hijo de Dios» (Jerónimo) y como tal será reconocido a su entrada en el Reino. Jesús censura a cuantos «enseñan bien y viven mal» (Glosa), a cuantos reconocen su señorío pero no cumplen sus leyes, a cuantos olvidan que «la santidad sólo es perfecta en quien cumple con las obras lo que enseña con la palabra» (Jerónimo). Cristo, con la intención de resumir su mensaje, nos presenta la parábola de la casa y de los dos terrenos sobre los que ha sido construida. San Atanasio escribe que la roca es el mismo Cristo; la casa construida sobre él es el edificio de nuestra fe; los vientos que la agitan son las fuerzas del mal; las aguas representan el conjunto de las tentaciones que amenazan con arrollar la vida de los justos.
No tengo más que preguntarme, en la meditación, sobre qué fundamento estoy construyendo mi edificio espiritual: «El día del Señor pondrá de manifiesto la obra de cada cual, porque ese día vendrá con fuego, y el fuego pondrá a prueba la obra de cada uno. Aquel cuyo edificio resista recibirá premio» (1 Cor 3,13-14).
Blanco | Color que hace referencia a la resurrección de Jesús, siendo el color más solemne en la liturgia. Simboliza la alegría y la paz. Se usa durante el tiempo de Pascua y el tiempo de Navidad. Se emplea también en las fiestas y solemnidades del Señor no relativas a la Pasión, incluida la misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, en las fiestas de la Virgen María y de los santos que no murieron mártires. |
Morado | Este color simboliza preparación espiritual. Simboliza humildad, penitencia, deseo y dolor. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. Además, en las celebraciones penitenciales y de difuntos. |
Verde | Este color simboliza esperanza, paz, serenidad y ecología. Es usado durante el Tiempo Ordinario, en los feriados y los domingos que no exigen otro color (solemnidades, fiestas de santos). |
Rojo | Asociado a la sangre y al fuego, es color del corazón: denota pasión, vida, pentecostés y martirio. Es usado principalmente en el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés y en las fiestas de mártires. Además, en la administración del sacramento de la Confirmación. |