Presentamos la obra Resucitó de veras mi amor y mi esperanza. El centro de toda la Biblia -y, por tanto, de la entera vida cristiana- lo ocupa Jesús resucitado. Sin su resurrección, el cristianismo se reduciría a una insustancial predicación y los cristianos seríamos ridículos fanáticos de una momia. ¡Pero no! Cada mañana, cada domingo, cada Pascua proclamamos la verdad de nuestra fe con las emocionadas palabras de María de Magdala: ¡Cristo vive, él es nuestro amor y nuestra esperanza!
Con este volumen, los grupos de lectura bíblica quedan invitados a celebrar todo un "año pascual", fijos los ojos en el Resucitado. El enigma de la muerte, expresado con angustia en algunos salmos, queda desvanecido en los relatos evangélicos de la resurrección de Jesucristo, que se presenta, en las visiones del Apocalipsis, como el Viviente que nos abre las puertas del mundo nuevo soñado por Dios para todos sus hijos.
¿Sabías que...?
Cuenta la tradición que el santo apóstol Tomás llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de la India y allí fue martirizado el 3 de julio del año 72. De hecho, los cristianos de la India se han denominado siempre como «Cristianos de santo Tomás». Las iglesias católicas Siro-Malabar y Siro-Malankar forman parte de esta tradición.
(Extracto de Resucitó de veras mi amor y mi esperanza, página 81)
Si hay una palabra típicamente resurreccional y pascual, esa es «aleluya». El término procede del hebreo halelu-yah (alabad a Yhwh) y, en el Antiguo Testamento, aparece solo en los Salmos y en Tob 13,18. Desde el comienzo de la Iglesia, los cristianos adoptaron esta expresión como canto de victoria y de gozo, tal como aparece en el Apocalipsis.
(Extracto de Resucitó de veras mi amor y mi esperanza, página 139)